A lo largo de todo el Perú, la pandemia de la COVID-19 ha dejado a millones en el desempleo al golpear la economía, drenar las arcas públicas y afectar a las industrias más rentables, desde la minería hasta el turismo.
Sin embargo, en el Bosque de Protección del Alto Mayo, donde el Amazonas confluye con los Andes, los caficultores se salvaron de la devastación económica que afectó a las ciudades y los pueblos del Perú.
De hecho, los agricultores en la remota selva disfrutaron un año excepcional, al exportar 336 toneladas de café orgánico y de comercio justo a Europa, Nueva Zelanda y Estados Unidos en 2020, un tercio más que el año anterior.
«Nunca dejamos de trabajar, incluso con todas las interrupciones», indicó Gricerio Carrasco, un líder de la Cooperativa de Productores del Bosque del Alto Mayo (COOPBAM) que cuenta con 460 miembros. «Había pedidos que atender y no queríamos defraudar a nuestros compradores».
Un programa de larga data como REDD+, respaldado por las Naciones Unidas, motivó a Carrasco y otros agricultores. Mediante este programa, se ofrece incentivos financieros a las comunidades, regiones y países para que mantengan los bosques intactos y eviten las emisiones de carbono –producto de la deforestación– que provocan el calentamiento global.
Foto: © Alex Bryce
Con el apoyo de Conservation Internacional, en asociación con las comunidades locales y el gobierno peruano, la iniciativa REDD+ de Alto Mayo utiliza los ingresos de la venta de los bonos de carbono para financiar acuerdos de conservación voluntarios. Los pactos tienen como objetivo impulsar el apoyo de la comunidad. Ellos proporcionan a los caficultores, que viven en el bosque protegido, capacitación agrícola, habilidades financieras y acceso a los mercados de cafés especiales. A cambio, los agricultores se comprometen a una deforestación neta cero.
Durante la pandemia, los fondos procedentes de los bonos de carbono se convirtieron en un salvavidas para la conservación y para las familias que viven en el bosque. «Situaciones como las de la COVID-19 ponen de manifiesto la importancia de este tipo de mecanismo de financiamiento», expresó Braulio Andrade, de Conservation Internacional, que ha gestionado el proyecto REDD+ del Alto Mayo durante la última década.
«Los bonos de carbono proporcionan estabilidad financiera, lo que permite a las familias de esta área ser mucho más resilientes», agregó. «Sin este apoyo, las personas podrían haber tenido que recurrir a actividades ilícitas, como la venta de plantas forestales raras u orquídeas, tal y como sucedió en otras áreas».
Detener el ciclo de deforestación
Situado en la región peruana de San Martín, el Bosque de Protección del Alto Mayo se extiende por 182 000 hectáreas (450 000 acres), un área dos veces el tamaño de la ciudad de Nueva York. El bosque tropical alberga animales y plantas en peligro de extinción y protege los arroyos que proveen de agua a más de 250 000 personas en la cuenca de Alto Mayo.
Foto: © Adrián Portugal
A pesar de su estatus de protección, el bosque sufrió una de las tasas de deforestación más altas de Perú, en gran medida se debe a la expansión agrícola, plantaciones de café insostenibles y la tala ilegal.
Para ayudar a detener este ciclo, Conservation Internacional y sus socios locales trataron de asignar un valor económico a los servicios del bosque, reconociendo su capacidad para mitigar el cambio climático, suministrar agua potable y proporcionar a las comunidades locales medios de vida sostenibles.
En 2012, el proyecto REDD+ en el Bosque de Protección de Alto Mayo fue validado con éxito bajo el Estándar de Carbono Voluntario y los Estándaresde Clima, Comunidad y Biodiversidad a través de una auditoría independiente. En los últimos nueve años, el proyecto ha generado US$ 38 millones, canalizando fondos de los bonos de carbono adquiridos por los países ricos y los patrocinadores corporativos, destinados directamente a este bolsón del norte de Perú.
«Alrededor del 99,9 % de los costes de gestión de esta área protegida provienen de REDD+», añadió Andrade. «Eso es todo, desde el empleo de expertos técnicos y trabajadores sociales, que apoyan los acuerdos de conservación, hasta el pago de los salarios de los guardabosques y la compra de la gasolina para sus vehículos».
En junio del 2020, el proyecto había contribuido a reducir la deforestación a más de la mitad en la zona protegida, lo que evitó 8,4 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero, el equivalente a retirar 150 000 vehículos de la carretera cada año.
Además, la venta de bonos de carbono apoya los medios de subsistencia de 1100 familias que han firmado los acuerdos de conservación. Gracias a los programas de formación agrícola, los agricultores han aumentado el rendimiento del café en tierras que ya habían sido deforestadas, incrementando su productividad, y no su huella ecológica.
«Antes plantábamos café como podíamos, y no sabíamos cómo comercializarlo», añadió Carrasco. «Ahora estamos produciendo granos de primera calidad de manera sostenible a un buen precio».
El modelo del acuerdo de conservación iniciado por Conservacion Internacional en el Alto Mayo ha tenido tanto éxito que el gobierno peruano ha implementado acuerdos similares en otras 35 áreas protegidas y recientemente los ha incorporado como una herramienta de gestión dentro de su sistema de áreas naturales protegidas.
«El objetivo es consolidar el apoyo de las comunidades a las áreas protegidas y ayudar a las familias del lugar a aprovechar los beneficios que la conservación puede proporcionar»", añadió Marco Arenas, jefe de participación de las partes interesadas del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas del Perú (SERNANP). «En la última década, los acuerdos de conservación han sido la clave del éxito en el Bosque de Protección de Alto Mayo. Queremos aprovechar ese éxito estableciendo acuerdos similares en otros ecosistemas críticos del país».
«Es como si hubiéramos renacido»
Para Carrasco, los conocimientos adquiridos al participar en la conservación del Alto Mayo han cambiado su vida. Al ser el mayor de diez hermanos, nunca tuvo la oportunidad de cursar estudios superiores. Sin embargo, el aumento de las ventas de café a través de la cooperativa le permitió financiar la educación de su hijo de 20 años, que se graduó en ingeniería medioambiental.
En su propiedad, Carrasco y su familia han diversificado sus cultivos para incluir la yuca y los plátanos, lo cual asegura unos ingresos constantes entre los periodos de cosecha de café. Y ahora, el proyecto REDD+ se ha comprometido con una empresa peruana a comprar la fruta del dragón (o pitahaya) a los agricultores locales. Carrasco ha sembrado recientemente media hectárea con la variedad local, que alcanza un buen precio. Su última empresa es la apicultura, que comenzó con apoyo técnico y unas pocas colmenas financiadas por los ingresos de REDD+. Dado que se ha propagado en la comunidad la noticia sobre su producción de miel, Carrasco ha empezado a vender a sus vecinos, unos cuantos tarros de vez en cuando.
«Me siento orgulloso de lo que he conseguido aquí», añadió Carrasco. «Cuando llegamos a Alto Mayo, no sabíamos lo que era un área protegida ni cómo cuidarla. Con el tiempo, los acuerdos de conservación nos han abierto muchas puertas. Es como si hubiéramos renacido».