Explorando el Bosque de las Nuwas
diciembre 6, 2016
Por Norith López
Como parte de las actividades de asistencia técnica a la comunidad nativa Shampuyacu, para la implementación de los viveros comunales y mejorar las labores de reforestación, se planificó una salida de campo en el Bosque de Reserva Comunal, para buscar plantas adultas semilleras. Por ello invité a algunas mujeres sabias, que conocen sobre plantas medicinales y son parte de la iniciativa del Bosque de la Nuwas* (Mujeres), para que junto a los aishman (varones) participen en esta aventura. Las diferentes especies de plantas que encontramos nos servirán para continuar con la reproducción en los viveros de la comunidad, y la reforestación en toda las ajas (chacras) de Shampuyacu. El maestro matero José Macedo, experto conocedor de plantas nativas amazónicas, formó parte de esta expedición de búsqueda. También nos acompañaron varios jóvenes indígenas, quienes disfrutaron de todo este aprendizaje, recogiendo los conocimientos de sus mayores.
Caminamos todo el día y encontramos gran variedad de enormes árboles, orquídeas, helechos y aráceas con frutos, invitándonos a degustar de la misma mata. De igual manera, disfrutamos observando varias ranas multicolores; tratando de imitar a las mariposas que se cruzaban por el camino y volaban a nuestro alrededor. También vimos orugas, insectos de colores, blancos, verde limón, con muchas patas que simulaban alas. "No olvidaremos toda esta maravilla, pues ya nos estábamos olvidando de que hay pequeños seres en el bosque que alegran nuestra vida", comentó Adela Wajai, nuwa sabia del anexo Kunchum.
Lo que más nos impresionó fue encontrar un árbol gigante, tan grande, que daba la impresión que era el padre de todas las demás plantas. Se trataba de una kusua, también llamado renaco trepador (ficus). Sus gigantescas raíces simulaban grandes escondites; de sus ramas colgaban helechos con tonos diferentes de color verde, orquídeas, lianas entrelazadas que simulaban escaleras y que nos invitaban a subir. ¡Uy! Pero este árbol es misterioso. Cuenta la historia que allí vive iwach, el chullachaqui (diablillo del monte) que, si quiere, nos lleva a vivir con él. "¡Que etsa (sol) nos proteja y que Bikut nos cuide por la eternidad!", exclamó Julia Sejekam, sabia y artesana indígena de Shampuyacu.
La copiosa lluvia que caía no fue impedimento para dejar de explorar el bosque. Más allá encontramos árboles, arbustos y palmeras de tsaik (tornillo), kapiu (capirona), kupat (huacrapona), chapi (yarina), ujuchnum (sangre de grado), wampu (ojé), achu (aguaje), kasua (recnaco trepador o mata palo), chimi (fruto comestible como cereza), seetug (cedro), yantsau (latapi o requia), shugku (urcumeuna), eep (repollo silvestre), naam (metohuayo), kunakip (sanango), baikua (toé), datem (ayahuasca), ajagke (uña de gato), entre otros. Encontrar en el bosque estas plantas tan necesarias para nuestro continuo vivir, nos llenaba de emoción.
Es increíble lo que se puede observar y albergar en un espacio de tan solo nueve hectáreas de bosque. En el camino encontramos una palmera caída. Era un achu (aguaje) en el suelo. "Seguro que estaba ya muy viejo", dijo Herlinda Sejekam, lidereza indígena de Shampuyacu. "No creo que lo hayan derribado", dijo Clara Juum, otra de las participantes de la iniciativa de plantas medicinales en el Bosque de la Nuwas. En un instante, todas cortaron el tallo del achu para buscar en el interior aquellas deliciosas larvas suaves y blancas, llenas de proteínas. "Yuwata, yuwata" (come, come), le decían a Edward Isla, técnico responsable de sistemas agrofestales de CI Perú. "Esto te dará todas las fuerzas que necesitas para seguir buscando plantas". Es admirable ver comer una larva viva sin cocer, con tanto gusto, así es cómo nuestros hermanos awajun disfrutan de sus alimentos ancestrales. "¡Esto es vida!", dice Edward Isla, quien acompaña el deguste de los bukin.
Ya pasada la tarde, mientras oscurecía, con cantos melódicos en la dulce voz de Carolina Sejekam, cantante y cuenta cuento indígena de Shampuyacu, se divisa un camino más ancho para salir del bosque, mientras en el cielo brillan los rayos; los relámpagos y los truenos hacen coro al canto. Retornamos contentos porque el bosque es paz. Recorremos sin cansancio porque el bosque es vida. Caminamos acompañados porque somos parte de la naturaleza.
Es así cómo se vive un día en el Bosque de la Nuwas: explorando, buscando las plantas medicinales que volveremos a sembrar para continuar utilizando nuestra medicina ancestral, como nos enseñaba la abuela Luzmila Entsakua, nuwa sabia del anexo Bajo Tumbaro. Allí donde dormitan los conocimientos ancestrales, allí mismo donde la ciencia empieza y acaba, mudo testigo milenario de nuestra existencia.
*El Bosque de las Nuwas son 8.9 hectáreas dentro del Bosque de Reserva Comunal, que solicitaron las mujeres de la comunidad para poder trabajar la recuperación de sus saberes ancestrales de plantas medicinales.