Entendiendo la economía azul

marzo 12, 2025

Desde «adaptación climática» hasta «servicios ecosistémicos», la jerga medioambiental está por todas partes. Aquí les damos sentido para conectar más a las personas con una realidad que cada día nos afecta y concierne más a todos. Hoy analizamos la «economía azul», un concepto de enorme importancia para el futuro de nuestros océanos, especialmente si consideramos que 600 millones de personas dependen parcialmente de sus recursos para su bienestar.  

¿Qué es la “economía azul”? 

En su forma más simple, la «economía azul» se refiere a la gama de usos económicos de los recursos oceánicos y costeros, como la energía, el transporte marítimo, la pesca, la acuicultura, la minería y el turismo. También incluye beneficios económicos que pueden no comercializarse, como el almacenamiento de carbono, la protección costera, los valores culturales y la biodiversidad.

¿Por qué se habla de «economía azul»? 

Cuando hablamos de 'economía azul', explica Keith Lawrence, economista jefe del Centro de los Océanos de Conservación Internacional, nos referimos a gestionar el océano de forma que esté sano y siga beneficiando a la gente. Antes pensábamos que el océano era un recurso expansivo, desconocido e infinito que nunca podríamos explotar del todo y que no necesitábamos gestionar porque es enorme. 

Lawrence afirma que eso ya no es así, y cita la pesca industrializada y el cambio climático como algunas de las causas. 

“El océano es una de las grandes fronteras económicas en estos momentos. Casi todo el comercio mundial se mueve por mar. Hay petróleo y gas en alta mar, y minería en aguas profundas. A medida que innovamos las tecnologías, podemos ir a lugares que antes no podíamos y explotarlos. El océano tiene un enorme potencial para aportar soluciones importantes que ayuden a alimentar el planeta y proporcionen energía limpia y puestos de trabajo. 

“Pero si lo hacemos irreflexivamente, corremos el riesgo de dañar el mayor sistema de soporte vital de la Tierra, un sistema que abastece a las personas, a los animales y a los ecosistemas”. 

Entonces, ¿dónde entra en juego la economía? 

La economía trata de cómo asignamos nuestros recursos -incluidos los oceánicos- y cómo tomamos esas decisiones, afirma Lawrence. 

Entender cómo las personas, las empresas y los gobiernos toman decisiones sobre el uso que hacen del océano es el primer paso hacia la sostenibilidad. ¿Es el beneficio lo más importante? ¿Y la importancia cultural de un arrecife de coral? Responder a estas preguntas ayuda a definir el valor que se da al océano y a sus recursos.

¿Cómo se valoran los recursos oceánicos? ¿Cuánto vale, por ejemplo, una ballena? 

“Valoración” significa valor económico, que en este caso puede desglosarse en ‘valores de uso’ y ‘valores de no uso’, dice Lawrence. Los valores de uso son bastante sencillos: Son las formas tradicionales en que los mercados valoran los recursos oceánicos. Una ballena valía históricamente su grasa y su carne; más recientemente se han generado valores comerciales más altos (y mucho más sostenibles y éticos) a través del turismo de la observación de ballenas, por ejemplo. Sin embargo, los valores no relacionados con el uso son más complicados. Lawrence lo explica: “El valor de no uso es el valor que la gente da a algo aunque no lo utilice. Así, aunque nunca veamos una ballena jorobada en libertad, podemos pensar que es importante que exista. Significa que le asignas un valor, y de hecho hay herramientas para cuantificar ese valor de no uso e incorporarlo a las decisiones”. 

Puede ser un problema controversial y espinoso, sobre todo cuando se trata de cuantificar valores espirituales y culturales. 

Aunque a algunos les incomode la idea de que todo tenga que cuantificarse y reducirse a un número, la realidad, dice Lawrence, es que ya estamos haciendo esas concesiones todos los días. “Cuando tomamos la decisión de permitir la explotación minera de los fondos marinos de un lugar y en otro tomamos la decisión de protegerlo, por ejemplo, por sus hermosos arrecifes de coral, implícitamente estamos decidiendo que una cosa es más valiosa que la otra. Y la economía te da una forma de cuantificar eso y de tomar decisiones más informadas y racionales”. 

Mahbubul Alam, economista investigador de Conservation International, coincide con Lawrence. “Los servicios de la naturaleza son valiosos, les pongamos o no un valor monetario”, afirma Alam. “Sin embargo, dar un valor monetario a los servicios de la naturaleza es una forma poderosa de comunicar su valor funcional, por ejemplo, la contribución de la observación de ballenas a una economía local. Esto no quiere decir que '$X' sea el valor de la ballena en sí, sino que las ballenas contribuyen a la economía en una cantidad '$X', proporcionando así una razón económica para conservar las ballenas.» 

Por su parte, Conservación Internacional ayuda a los gobiernos a prestar la debida atención a todos estos tipos de valores, afirma Lawrence, y asesora al sector privado sobre los valores que sus empresas obtienen de la naturaleza, incluidos los océanos.

¿Cómo pueden coexistir todos estos valores e intereses contrapuestos sin destruir el océano? 

El truco para encontrar el equilibrio entre las necesidades de las personas y la salud del océano, explica Lawrence, consiste en cambiar la forma de concebir su gestión: “Hablamos mucho de gestión pesquera, pero en realidad lo que se hace es gestionar a los pescadores: gestionamos a las personas, no los recursos. Por eso es tan importante saber qué valora más la gente, cómo toma sus decisiones y a qué incentivos responde”.

El Dato:  

Conservación Internacional, la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental y Save the Waves vienen trabajando en promover una gestión eficaz de los ecosistemas marinos y costeros que rodean las rompientes de surf. Su objetivo es garantizar la protección de la biodiversidad y el funcionamiento de estos ecosistemas, al mismo tiempo que se generan beneficios derivados de la economía azul en comunidades costeras en Costa Rica, Panamá y Perú.  

 

Escrita por: Sophie Bartazzo